Otro fin de semana que no tendremos libertad

Hoy es viernes y sigo sintiendo esa sensación de que al ser viernes por la tarde tras una jornada más de trabajo, tras una semana de trabajo, llega el momento esperado. Ese momento de quedar, de conversar, de tomar esa cerveza fría con los que quieres, con tus amigos.

El momento de la desconexión, el momento de apreciar cada gesto, cada risa, cada aventura que contamos, porque todo cuenta. Algo que ahora tanto echamos en falta. Añoramos encontrarnos, besarnos, abrazarnos y reír juntos. Somos mediterráneos y es algo intrínseco en nuestra cultura y en nuestras costumbres.

Imaginamos que será diferente después

Pero ahora no quiero pensar en eso. Solo deseo que mis sentidos se estimulen con el pensamiento de algo tan sencillo como es el hecho de quedar con los tuyos y compartir como siempre lo que hemos hecho, cercanos y sin distancias. Pero por ahora, otro fin de semana que no tendremos libertad.

Ayer y hoy estuve redactando mi diario y trabajando en el blog. En esta ocasión, aprendiendo sobre las herramientas de compresión de imágenes más conveniente y las formas de incluir en las páginas un scroll para desplazarse por ellas de forma más cómoda.

Tras la ventana, el cielo

Estos días nos está regalando unos instantes luminosos dignos de escaparse con la cámara fotográfica. Escaparse para perderse por cualquier sendero. Perderse y captar esos momentos mágicos en los que el sol sale entre las nubes y nos va anunciando que lloverá.

Escaparse para ver salir el arco iris de entre las nubes negras y amenazantes de agua. Escaparse y comenzar a mojarse suavemente y percibir el aroma de la tierra mojada y todas sus esencias envolventes. En definitiva, todo lo que la naturaleza nos ofrece de forma gratuita, por lo que a algunos nos hace sentir tan bien.

La naturaleza, ella es la gran favorecida en estos momentos debidos a la fragilidad humana. Ella es la poderosa, la que tiene la razón y quizá lo está demostrando, aunque creo que esto no es nuevo en realidad.

Tarde cumpleaños

Por la tarde, Patri, una joven vecina que vive frente a mi edificio, cumplía años. Alguien se preocupó de llamar a la policía y vinieron a saludarla desde los coches y que pareciera una felicitación diferente en el día de su cumpleaños.

Más tarde, tras los aplausos, yo saqué la guitarra y entonamos entre todos los asomados a las ventanas y terrazas, el cumpleaños feliz, mientras mi madre lanzaba burbujas de jabón al viento con un pompero.
Una ocasión distinta para tener algo que comentar con los amigos y familia sobre cómo se ha vivido el día.