DÍA DÉCIMO SEGUNDO. Jueves 26 de Marzo. 00:29h.
Me siento afortunada porque, al menos, duermo, respiro bien en principio
Tomo paracetamol, controla mi fiebre y dolores musculares varios. Anoche a las once tenía 38 de fiebre y realmente me asusté. Nunca había subido tanto y empiezas a pensar que en vez de mejorar, empeoras.
Me levanté bien a pesar de la fiebre que tuve, y de nuevo llamé al centro de salud porque parece que se olvidaron de mí. Desde el día 23 no volvieron a contactar conmigo. Pensé que no me cogerían el teléfono y no fue así. Me alivió que alguien estuviera al otro lado y me pidiera disculpas porque a alguien se le pasó comunicarse conmigo.
Entiendo que estarán saturados y, en definitiva, yo estoy en casa y no parecen complicarse las cosas. Le comuniqué a la doctora mi nuevo empeoramiento, mis nuevos síntomas de la pérdida de olfato y gusto. Tras escucharme, me hizo sus recomendaciones y quedó en que volverían a estar pendiente de mí, eso tranquilizó a mi madre.
La cotidianidad de las mañanas es siempre las misma
Ducha, desinfección, ventilación…y sin duda es de vital importancia cumplirlo y más cuando he de proteger a mi madre.
A la hora de comer me preparé una tortilla francesa con pechuga de pavo y una ensalada, por comer algo, pero no por apetito, ya lo he comentado.
Todo, me sabe a nada.
Decidí hablar con mis hermanos y comunicar la noticia de mi enfermedad
Al menos han estado unos cuantos días sin saberlo y no se han preocupado. También yo necesitaba ver la evolución y hablando con otros amigos que tienen conocidos contagiados, podemos observar y ponemos en común qué cosas nos van sucediendo con el paso de los días.
Después de comer decidí tumbarme un rato y me quedé dormida. Me despertó la llamada de mi hermano, con quien charlé y quise que se tranquilizara. Le comenté cómo hacíamos las cosas en casa y de qué manera intento proteger a nuestra madre.
La vida es caprichosa y precisamente ellos que estaban contentos que yo estuviera en casa con nuestra madre, lo que les suponía un alivio, resulta que ahora, se ha convertido en una puñetera trampa y un reto increíble.
Intento no pensarlo porque me agobia bastante
Significa una gran responsabilidad. Así de curiosa es la situación, la que menos debiera estar enferma era yo, y la vida o el azar me ha escogido para vivir esta puñetera realidad.
Por la tarde, entre hacer frente a algunos pagos pendientes y curiosos en los tiempos que corren, como por ejemplo el pago del impuesto de circulación del vehículo de mi madre y el mío de forma telemática, y recibir alguna llamada o chatear con amigos, llegó como todos los días, el momento de los aplausos.
Parapetada y cubierta hasta las orejas, salgo a la terraza con mi madre en el lado opuesto y sin tocar absolutamente nada. Por suerte vivir en un ático a veces tiene sus ventajas, con una terraza de treinta metros.
Me quedé con ganas de cantar y al entrar, llegué a mi habitación, puse el altavoz a tope, abrí mi ventana y a cantar se ha dicho. Sigo echando en falta un micro. Lástima.