DÍA CUADRAGÉSIMO PRIMERO. Viernes 24 de Abril
Día de arreglos y reformas
Me levanté con energía positiva y ganas de realizar el plan del día: Cambiar el grifo del fregadero de la cocina. Desayuné y comencé a buscar todas las herramientas y materiales que necesitaba, para tenerlo todo a mano. Soy muy ordenada y me gusta trabajar siempre con esa norma, para facilitarme la tarea y estar concentrada.
Cuando lo tuve todo preparado, cerré la toma de agua general y las entradas de agua a la cocina, y me dispuse a meterme bajo el mueble del fregadero. De antemano, sabía que no sería fácil, que habría complicaciones, imprevistos. Sabía que jugaba con fuego, pues ante mí, se mostraba un material muy antiguo y desgastado, frente un grifo nuevo y de marca, y el trabajo no sería tan sencillo como lo muestran en los tutoriales de YouTube.
Es difícil imaginar, que alguien todavía más grande que yo, quepa debajo de la pila de la cocina en el limitado espacio que hay, que tenga, además, que acometer movimientos controlados para que, ni se te caigan las herramientas en la cara, y peor aún, te rompan las gafas.
Tras observar el espacio de trabajo, decidí intentar estar lo más cómoda posible, dentro del armario, de espaldas, y sin mucho espacio para el movimiento. Puse un cojín en mis riñones y traté de colocar un foco y las herramientas y llaves a mi alcance.
En posiciones insospechadas y retorcidas, para tratar de aflojar tuercas, teniendo cuidado de no forzar alguna llave y partirla, logré aflojar el grifo y quitar los latiguillos de enlace o extensión.
¡La primera, en la frente!
Ya estaba decidida a tirar del grifo y sacarlo, cuando me encuentro con la primera gracia, lo que no te cuentan en los video tutoriales. No era capaz de soltar los latiguillos para extraer el grifo, puesto que el modelo era muy antiguo, y las tuercas estaban dentro del cuello de la base del grifo, y ni tenía una herramienta para desenroscarlo, ni era capaz de entender como sería posible, meter cualquier llave para poderlo soltar.
La solución fue fácil. Corté los latiguillos con gran esfuerzo, pero logré retirar por fin el puñetero mono mando.
Con el grifo nuevo ya en mis manos, lo que pretendí, fue meterlo por los mismos agujeros que había en el antiguo fregadero. ¿Qué pasaba?
¡La segunda!
No se anclaba correctamente y tuve que hacer algo de fuerza para poderlo aposentar sobre el lugar donde debía estar.
Me costó un buen rato y paciencia, tras haber puesto los latiguillos al grifo nuevo, encajarlo para después meterme en el mueble y proceder a sujetarlo por debajo.
Ya tenía una sudada considerable y no había empezado. Más tarde, cuando quise apretar el grifo con su kit de anclaje por debajo del fregadero, el vástago de fijación con su tuerca, no me encajaban y supuse que sería buena idea, utilizar el vástago y tuerca del viejo grifo. Funcionó, y pude sujetarlo, de nuevo con la incomodidad de estar apretando tumbada en el suelo, sin espacio y empujando fuertemente hacia arriba.
En posición sentada esta vez, supuse que uniría los latiguillos del grifo nuevo, con los latiguillos que estaban en la instalación que había, para que llegaran a las llaves de paso de agua.
Esta fue, la tercera
No se podían enroscar, puesto que las roscas eran de diferentes centímetros o pulgadas.
Inmediatamente, conseguí unos latiguillos nuevos en una compra online y según el pedido, los recibiría esa misma tarde-noche en la puerta de mi casa. Problema resuelto.
Pues no. El pedido, con la solución, a pesar de que juraban que me lo entregaban a la hora que habían fijado, no llegó hasta la mañana siguiente, después de desayunar.
Pero el fin de la historia, os la cuento después.